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26 mar 2016

Escenas de Cariño 3

Todavía faltaba un rato para que obscureciera, pero el proyecto estaba terminado y no había tiempo para empezar cómodamente con el siguiente, ni mucho menos terminarlo. De a poco fui levantando las herramientas de la terraza y las guardando adentro del taller, dejándolas en los lugar de siempre, el Sol ya no pesaba cómo al mediodía y a pesar de que el trabajo en la herrería me hacía feliz, también estaba contento de salir antes a mi casa. Terminé de arreglar todo, y cerramos las entradas, el herrero iba a esperar un rato más para salir a buscar a su mujer, así que me despedí con un simple hasta mañana. Salí del taller, y bajé las escaleras pasando por el restaurante que era el piso inferior. Hacía mucho que había perdido la vergüenza de salir a la calle desprolijo, con mi overol manchado de pintura, óxido y mi cara con cenizas y sudor. De alguna manera era orgullo lo que sentía en esos momento de cada una de esas manchas, saliendo con una sonrisa al pensar en los proyectos terminados con éxito, de cada corte, lijada, pintada y soldadura que había hecho en el día.
Pensé en caminar a mi casa considerando lo cerca que estaba, pero no tenía demasiadas ganas de recorrer el camino, demasiado peso ya había llevado para caminar, por esta vez podría usar el camión. Me coloqué mi gorra blanca sobre mi cabello castaño oscuro ahora rígido por el sudor y tierra, única cosa aparte de mi billetera, celular y auriculares enredados que llevaba en mis bolsillos delanteros, y empecé a moverme y desenredar los audífonos.
Llegué a la parada del camión, apenas enfrente del restaurant y la herrería, miré arriba y vi en la terraza los trabajos demasiado grandes para poder meterlos al taller por la puerta, se tendrían que sacar por enfrente en el estacionamiento del restaurant, y con cuerdas, sin duda. Por fin me pude colocar los aparatos a mis oídos y puse una canción en mi celular sin prestar demasiada atención a qué sonaría en aleatorio.
El camión llegó al tiempo que una corta canción de rock empezaba, pero iba casi a vuelta de rueda, desde el primer escalón empecé a lamentarme lo que tardaría, quizás no fue mi mejor apuesta...
Pagué mi boleto, y miré el interior, "y ni siquiera viajaré sentado..."-pensé de inmediato al ver gente llenando todo el fondo del camión. Me moví unos pasos hacia el espacio libre para sillas de ruedas, único lugar donde no me estarían empujando cinco personas todo el tiempo. De nuevo, empezando a frustrarme de mis malas decisiones, y con una pequeña sonrisa irónica por mis leves penas. Sin más preocupaciones presioné mi mano sobre un tubular de acero inoxidable, ¿serán tres pulgadas?¿cuánto será el grosor 1/16? Fijé mi vista en la soldadura que lo unía a otros tubulares, la pintura simplemente recubrían la escoria, y el excedente se notaba como una impureza de la piel sobre el metal... Contuve una pequeña risa al darme cuenta de que estaba juzgando un pedazo de acero y el descuidado trabajo de quién lo haya soldado, moví la mirada hacia la gente en el fondo del camión; alguien se movió, y de entre todas las caras ausentes, serias y grises, vi una sonrisa, y de la sonrisa seguí a ver el movimiento del cabello rubio de su dueña.
La luz que entraba por la ventana al ángulo adecuado, le daba un brillo a su cabello que parecía celestial. La muchacha, rubia, con unos ojos azules que brillaban notablemente a pesar de los sus tres asientos de distancia, con piel blanca y hermosa, estaba haciendo la mímica de un canto alegre, movía la cabeza de lado a lado y su cabello bailaba de un lado a otro de su campera azul. movió su cabeza de arriba a abajo, y su flequillo largo le tapó su cara, pero no tardó en recorrerlo con sus manos que hasta entonces estaban haciendo el ritmo de una batería. Esa energía en medio de todo el gris alrededor de ella, era impresionante de observar. No pude evitar seguir viéndola, hipnotizado, en algún momento la canción que sonaba en sus auriculares paró, y ella igual siguió sonriendo. Empezó a mover sus labios apenas rojizos de forma más lenta, y siguió moviéndose aunque de forma un poco menos frenética que antes.
De un segundo al otro ella movió sus ojos hacia mí. Y yo la miraba fijamente, y sonriendo. Mis ojos se abrieron en sorpresa y rápidamente bajé mi vista y oculté mis ojos por debajo de la visera de mi gorra, completamente apenado. En un segundo levanté apenas mi cabeza para observarla, ella estaba ahora un poco sonrojada y sonrió brevemente mientras miraba hacia el suelo y hacia el lado contrario de donde yo me encontraba. Siguió cantando, y haciendo su pequeño baile mientras el color de la sangre seguía acumulándose en sus mejillas. Apenas pude contener una risa, pero el movimiento quedó completamente registrado por ella, que volvió a sonreír ligeramente mirando al frente, sin verme directamente. La miré plenamente ahora; desafiante, y ella me miró sin dejar de sonreír. Ahí perdí mi propio reto, para mi verdadera sorpresa; tuve que ocultar mi vergüenza de que me viera debajo de mi visera de nuevo... Y de inmediato me di cuenta del horrible atuendo que llevaba, mi overol manchado, mi cara con tierra. Llegué a darme cuenta, "no está apenada, se está burlando de la visión que doy". De inmediato sentí vergüenza, pena y tristeza. Volví a verla, y ella tenía la mirada baja como yo recién, y seguía sonrojada. "Quizás no sea así"- pensé de nuevo sonriendo.
Seguimos con lo mismo, idas y venidas de miradas, aun sin animarme a hablarle, cuando miré brevemente afuera... la siguiente era mi parada. Ella había dejado de cantar y bailar, sólo seguía con nuestro juego de miradas.
"Fuck it."- pensé, mientras dejaba mi bajada atrás. Mi respiración se dificultó considerablemente, realmente era un locura ir así, tan horrendo como estaba y querer hablar con ella. Por otro lado, tenía curiosidad por saber qué es lo que estuvo escuchando todo este tiempo. Di un paso hacia el pasillo, ya varias personas habían bajado para mi sorpresa, ni siquiera lo había notado y el asiento al otro lado del pasillo de ella, estaba disponible. Retiré un auricular de mis oídos y ni siquiera sabía que decirle, y mi mente empezaba a blanquearse más.
Me senté y la miré. Ella me devolvió la mirada, sonriendo y pestañeando. "¿Qué estará pensando? ¿Y si mal interpreté todo? ¿¡Qué estoy haciendo!?"
"Hola."-Dijo ella, siendo la primera en hablar, desconcertado yo por no haber tenido que decir nada primero... ¡Qué decir ahora! ¡No puede ser  "Hola" si ella ya lo dijo! ¿Buenas tardes? ¿cómo estás? ¿Qué onda?
"Hola, ¿Qué tal? Me llamo Matías."- Bueno, es el primer paso, supongo, ¿y ahora?
"¿Qué onda? Yo..."
"Me preguntaba si vos..."
Dijimos al mismo tiempo ambos...
"No, ¡Habla! ¿Qué ibas a decir?"- le dije, y ella rió un poco antes de contestar:
"Me llamo Clara, lo siento, ¿Qué ibas a decir?"-respondió ella, sin dejar de sonreír y mirarme directamente a los ojos. Yo me volví a poner nervioso por su fija mirada en mí.
"Bueno, ahora me preguntaba qué es lo que estuviste escuchando todo este tiempo, Clara"- Le dije, manojo de nervios notables en el timbre de mi voz.
Ella respondió, y luego yo, seguimos con nuestra charla por un rato, me pasó su número, y le dije que mi parada había pasado hacía veinte minutos, yo reí diciendo que valió la pena, pero ella se rió más, se pasó un dedo a los labios, mientras pensaba que otra cosa preguntar.