Supuestas palabras de bienvenida...

Te invito a que pases y leas, a ver si hay algo que te despierte una emoción y quizás que la quieras comentar.

20 jul 2015

El Demonólogo, parte 1

El Demonólogo tocaba el piano en su estudio, maderas oscuras cubrían las paredes de éste, absorbían la tenue luz de la lámpara de pie en la esquina.
Su escritorio también de madera oscura, se mostraba inmenso lleno de libros y numerosas ilustraciones de criaturas bípedas y cuadrúpedas; dientes, espinas y garras se mostraban a montones en las bestias de pesadilla.
El Demonólogo presionaba las teclas de forma constante, sólo ocasionalmente daba una minúscula pausa, o tocaba una nota errónea. Cada vez más iba avanzando su velocidad e iba mejorando en las imperfecciones.
Lo iba calmando y lo distraía de los horrores de los últimos días, se lamentaba de saber que no lo olvidaría y antes de dormir sabía lo que sucedería en sus pesadillas. Pero ahora su melodía lo ayudaba.
Cada día era una reafirmación del por qué de su misión, sabía que quizás no lo vería completado, el origen de las monstruosas aberraciones seguía oculto, las teorías de aquello no se podían probar, unos seguros de una entrada al Infierno, o incluso, una sacrilegiosa madre progenitora de demonios.
La canción terminó y empezó a buscar otra partitura en las páginas que tenía enfrente. Buscó con sus dedos las teclas lentamente, tratando de memorizar las siguientes notas.
Considerando su profesión, y su dedicación a ésta, su fe no era particularmente establecida, para él la lucha no era una cuestión de creer, las presencias demoníacas se manifestaban en las acciones, las emociones, y, en las peores ocasiones, podían verse a simple vista tal cual eran, deambulando la oscuridad, escalofriantes y temibles, el Demonólogo sabía que ver las criaturas de brillantes pieles de color sangre era el recuerdo doloroso de que acababan de alimentarse y buscaban una nueva víctima, un alma perdida nueva que no podría ser salvada, un esclavo más para El Señor Oscuro; almas que fueran suicidadas, asesinos, violadores, viciosos, adúlteros; y allí las criaturas responsables.
Tenía más razones para creer en el Diablo mismo, que en Dios. Él había visto tantos demonios, tantos caídos ensangrentados, y tan pocos milagros, tan pocas cosas que tranquilicen el corazón o lo alegren.
Dios, decía él, o no es tan poderoso como creen, o no le interesa ya la humanidad, dejándola a su suerte contra el ejército del Mayor Caído, solos con los pocos ángeles que no le dieron la espalda al hombre, escuchó una vez. Si los ángeles existieron o si aún continúan entre los mortales, el Demonólogo, nunca los había visto.
La última canción de la noche empezaba a sonar, un ritmo lento, somnoliento, el reloj de la pared daba las 22 horas de la noche y la melodía lo ayudaría a acercarse al sueño sin despertar a las bestias del recuerdo que ahora dormitaban en la lejanía del subconsciente. Diez minutos pasaron, cuándo finalmente se levantó de su asiento y caminó a su habitación a través del pasillo oscuro, cortinas cerradas no dejaban entrar la luz de la Luna, sus escaleras de madera rechinaron, midió sus pasos mientras subía, nunca prendía las luces por la noche cuando iba a su habitación, y llegado  cerraba la puerta detrás de él. La frescura de la habitación era exquisita, su camisa fue puesta en la silla del escritorio, más pequeño que el que tenía en el estudio, de metal y se hallaba igual de retacado, no de ilustraciones, pero carpetas llenas de papeles modernos con títulos del estilo "posesión en hospital psiquiátrico" o "suicidio sospechoso en suburbio", eran comunes.
Un calendario se encontraba enfrente, colgado, y una marca en un sólo día del mes, decía que debía verse con un arqueólogo muy pronto.
Supuestas reliquias religiosas aparecían cada semana. Sólo la punta de la lanza que hirió a Jesús se ha visto y desenterrado al menos una vez cada mes desde hace 20 años. Los más originales de estos arqueólogos dicen que la habían encontrado en América, movido por ángeles durante la conquista española, que fue ésta la que le dio la victoria a los Conquistadores. El del calendario no sonaba tan falso cómo los demás, aunque quizás el hecho de que el Demonólogo hubiera exorcizado un demonio de él hace años tuviera algo que ver con su interés por un artefacto desenterrado.
La posesión dejaba a la víctima con todos los recuerdos y toda la culpa, y en muy extraños casos, con recuerdos que no eran suyos, de ataques anterior o de la criatura misma; verse a sí mismo siendo atacado por ti, a través de los ojos de una bestia sedienta de sangre, tu sangre y tu sufrimiento, era tortura misma. Incluso luego del exorcismo la persona puede perder la cordura por sus propios pensamientos, un último regalo de un demonio maldito para quién sirviera de alimento. ¿El Arqueólogo pudiera quizás tener una memoria de la bestia que le ayudara encontrar un artefacto legítimo? Dudable, pero merecía el tiempo de ser investigado. Si era otro pedazo de la Santa Cruz para agregar a los diez kilómetros de “Santa Cruz” que ya se han escarbado, la iglesia quizás debería tener que excomulgarlo por matar al fraude.

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