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30 jun 2016

Diario de Paladín

Es bastante tarde, muy tarde en la noche y escribo para tranquilizarme, en la mañana marchamos de Ventormenta a la Abadía de Villa Norte, al norte de Villa Dorada. Aunque el Bosque de Elwynn está plagado de criaturas y bandidos en éstos tiempos, me sorprende que las criaturas hayan pasado las murallas que dividen el Bosque y la Abadía, parecen necesitar toda la ayuda posible, incluso si esa ayuda somos los mal entrenados nuevos reclutas del Ejercito de Ventormenta, tendría más confianza si fuera con otros paladines, pero, o ya han salido meses antes que yo, o aún son considerados muy jóvenes para atender el llamado de la batalla.
Supe por medio de un maestro que entre los cinco de nosotros, iría un mago de mi mismo rango, es extraño pensar en un mago de esa forma, cómo un novato, para mí ellos siempre han sido estos místicos y poderosos señores que pueden conjurar poderosos hechizos, pero con tantos de ellos yendo a proteger nuestras fronteras con el resto del Ejercito de Ventormenta es normal que entrenen a los pequeños en las artes arcanas. Ahora recuerdo, cuándo era más pequeño junté valor suficiente para preguntarle a uno de estos hombres sabios, por qué los magos no han ganado la guerra, por qué dejan que los hombres comunes marchen al frente de la batalla si ellos poseen estos increíbles y temibles poderes... El mago superior, me miró fijamente con sus ojos grises, y por un momento temí que me fuera a convertir en una alimaña o un cordero, pero me esbozó una casi imperceptible sonrisa antes de responder: "El enemigo también cuenta con el poder de la magia, incluso con poderes que nosotros no habíamos ni visto, ni olido." Al escuchar esto tanto me entristeció cómo me sentí un tonto, pero la última palabra me sacó un poco de balance. ¿La magia se huele?
De los otros reclutas no conocía demasiado, una de ellos tenía una polilla bastante... grande, supe que manejaba una ballesta. Una decendiente de los cazadores draenei supuse.
Otro era un enano, lo vi a lo lejos una vez entrenando con los guardias del Ejercito, se supone que era joven, pero tenía una barba más larga que muchos adultos de Ventormenta, cómo podía manejar una espada con un cuerpo más pequeño estaba fuera de mi entender. Un sacerdote novicio era quién completaba el grupo, un prodigio tengo entendido, era el único a quien tenía bien definido de vista, lo veía seguido orando por la Luz, su convicción rivalizaba a la de nuestros paladines.
Veo por la ventana que las luces de la Ciudad se apagan poco a poco dentro de casas y negocios, pronto sólo quedarán las luces de las calles y de las antorchas de los vigías. Yo también tendré que descansar ahora, dentro de unas horas estaré subiéndome a una carreta hacia la Abadía.

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